3.28.2007

Compartidos


Te sientas a su lado y escuchas, una y otra vez, murmullos que se alejan, pequeños bosquejos que van quedando y lagunas vacías que nunca podrán volver a revolverse, agotar o crecer. Y escuchas sus ruegos y alientas sus despedidas. Unas veces campanas vacías y otros tambores a lugares a los que nadie nunca… pudiera devolver.

Y te sientas a su lado y el peso a tus espaldas se hace duro y jorobado, te das cuenta que las curvas señalan canas en tu pecho y que las rodillas empiezan a ordenar un ritmo, comienzan a ser humildes, un otoño de oro, de paz y riquezas… por corresponder.

Te sientas a su lado esperando que algo ocurra, pero en realidad la vida sigue, y no hay mayor suerte para la despedida que el haberse visto luchando en parajes de fortunas, que haber tomado entre tus manos el cáliz de los sueños, una y otra vez… en cada atardecer.

Tú que Te sientas a su lado… alguien te dice… levántate y anda… que los muertos no se olvidan, que cada latido enjuga sus lágrimas de la sabiduría de vivir, el poder concedido de la supervivencia, la experiencia día a día, una lucha por unas pocas gotas compartidas ¡sí mi niño, compartidas!… de felicidad, de placer.

Ana

3.24.2007

Junto al río



Las saco del cesto, enredadas en mis manos, aún calientes. Con parsimonia, desperezándome, llenando mis pulmones del aire fresco que me regala la mañana. La cuerda se agita tensa en destellos blancos sobre un firmamento partido en dos.

Al levantarlas una brisa fresca se ha colado entre mis muslos bajo el vestido.…. Tan remolona, gateando, buscando que aparezca y arrancando una sonrisa tímida en mis labios. Tan deseosa que el más mínimo gesto, la más mínima muestra de deseo es una señal para complacer, para sentirla. Expectante y sumida en una incertidumbre que confía en las pausas, en el desorden. Con ganas de aprender, juguetona y traviesa se divierte entre sus hojas, arriba y abajo, invisible y silenciosa. Revoloteando alrededor continuamente…

Veo en tus ojos, veo como tu boca paladea las gotas que se esparcen por el aire, perfumando el ambiente. Veo como los árboles, que se desnudan tímidos, pulverizan su celo sobre el manto de tierra; gimiendo, jadeando, golpeando mis caderas, mi boca, mi coño, mi culo, mis cabellos… cristalinos, plenos y potentes Rayos de sol que en cada gota se mezclan con la lluvia y dibujan un arco iris con cierto sabor… unas veces dulce… otros hiel.

Las primeras pinzas no aguantaron su peso y arrancaron las telas que ahora se elevan con ella juguetonas… para él.

Tuya

3.22.2007

La araña negra


Tan pequeño e indefenso, su piel sudaba fiebre y apenas podía moverse. Está desnudo sobre la cama y una vieja manta de colores deshilachada cae a un lado.
La he visto moverse y al retirarla un poco ha agitado sus largas patas negras, tiene una gran panza... y escapa de su nido para ir junto al niño…

- No, no le hagas daño!!

Le ha picado… le ha curado




3.18.2007

Allí en la arena


Y cuentan que las noches sin luna,
ella taconeaba,
que bañaba su piel,
arribada en sus aguas
entre arenas doradas…

Que su cola gitana
relucía ondulante
mojada en su sangre,
conjurando las orillas
con cascabeles de puro diamante…

Que La Diosa sin alma
tocaba la luna
al compás de las olas,
y se escuchaba en sus cantos
que cambiaba sus lágrimas
por cada caricia
en los brazos del viento…


Y cuentan… que allí está su alma,
que siempre fue,
ha sido,
es y será,

compañera del viento,
que las estrellas danzarán por su amor
y que cada vez que Él la mire ella sonreirá
y se hará de colores… el firmamento…


Tuya



3.15.2007

Uno


Desvirgada… cuando grita el desierto y gimen sus arañas.

No hizo falta nada, estaba preparada.
Simplemente llegó el momento… simplemente ocurriera.

Sus gafas rojas,
su mochila,
su libro negro sobre la almohada,
tacones y medias,
poderosas caderas,
el pecho henchido…
Las letras enredadas entre sus piernas, sin poder decir ni contar nada,
volcadas sobre sábanas incultas, de blanca pasión.

Simplemente ocurriera…
Uno


Tuya

3.14.2007

El viejo campanario



“Y cuentan, que estando perdida,
pudo ver un campario,
oscuro y viejo,
algo invisible que aparecía de la nada.
Y llovía y tronaba,
a un lado de sus ramas,
y en el otro sonreía el despertar de las mañanas.

Y cuentan que tiraban de ella
tempestades que la ahogaban
y suplicó al viento con forma de oso
que tomara el polvo de las estrellas, para guiarla,
dibujara un sendero
y le pidiera que el camino andara.

Alzara sus brazos,
templara su ojos
y esperara un mordisco y sus risas
el juego de la brisa risueña y sincera.

La otra pieza de Su alma, la que a Él siempre pertenecería.”



Leía, se derretía entre sus dedos, inmóvil, escuchando el grifo de agua gotear. Golpeando contra la piedra, sus curvas esparciéndose casi diría que de forma perfecta, humedeciéndola.

Desnuda, la ventana le iba mostrando los cambios de estación. Un pequeño surco que dejó el invierno ahora era barro seco que daba vida a pequeñas hierbas junto al camino.
Resuenan las campanas unas calles más allá. Un coche que pita y la sombra alza el brazo. La bata, su bata, se descuelga del hombro en una caricia, despacio, consiguiendo que ella cierre sus ojos…


Tuya

3.12.2007

El bosque en llamas



Olía el humo de los alrededores, escuchaba los quejidos que se perdían entre las rejas que formaban aquellos árboles a su alrededor, disipándose fugaces, como si participaran de una carrera que les elevaba evasivos a sus cumbres o se sumergía entre los macizos bajo tierra. Olía las pieles sudorosas de los troncos, escupiendo sus resinas, derramándose sobre la tierra como la miel lo hace bajo los rayos del más tórrido sol.

Se retorcía imaginando sus figuras, sus poses dantescas inyectadas en adrenalina intentando huir, almas en danza abrazando la muerte, arañando hasta el último soplo de vida, se apoderaban de la oscuridad. Escuchaba tambalearse las piedras a cada grito, a cada golpe de cuero tañido sobre sus pieles.

Quería despertar, quería desear con todas sus fuerzas que su bosque no hubiera sido profanado pero sus ojos estaban vendados y el hedor de los alrededores parecía querer pellizcarle continuamente cada centímetro de su cuerpo recordándole que estaba allí.

Era ciega observadora de aquellas crueldades… el pánico la dominaba… cuando sintió que unos brazos fuertes la abrazaban sacándola de aquel… infierno rugiendo en llamas?

Tuya

3.11.2007

El sueño de una lagartija



A escasa distancia de la antorcha, los minutos fueron para la lagartija que se empapaba de los primeros rayitos de luz. Y llegó ella, llegó con sus ojillos de cielo y sus labios de pasión, la besó, frotó sus mejillas y la abrazó con fuerza.

… lo que le sucede fueron risas,
fueron gotas de embriaguez coloradas y amarillas,
fue un paseo por los austrias
y miradas con morritos dulces, y otras más… desvergonzadas.

… lo que le sucede fue su porte Caballero,
sin sombrero con cinturón de cuero,
padre del violín, de los viajes góticos,
Dueño de la oscuridad y las trasparencias
de sus triunfos y sus sueños.


… lo que le sucede fue un canasto prometido
la leyenda abierta, desnuda y ancestral,
a la tierra olvidada, a sus faldas verdes sin ligueros,
sin condiciones… la magia,
de un mundo de hielo, de un mundo… de cálido fuego.


Gracias


3.09.2007

La aulladora de sueños




¿Pudiste verla? Cierra los ojos y dame tu mano.

Siénteme golpear mis caderas, gimiendo, adelantándome a la armonía descuidada de la arena que danza bajo sus pezuñas. El viento quebranta mi cuerpo difuminando la silueta de una hembra que galopa desnuda.

Llevo sus crines azuladas anudadas a mis manos, arisca y desbocada, llevo mi sexo rezumando sobre su lomo, su costado. Galopa arrebatador el deseo, teñido de estrellas, dejando un surco perfumado bajo las olas de un cielo agotado.

Galopa hasta ti, siempre juntas,
porque esta noche,
la aulladora de sueños…

Shhhh… te guarda... estuvo a tu lado.


Tuya



Lame


“--¿Qué es una Carrera Loca? (…)
--Bueno, la mejor manera de explicarlo es hacerlo.
(Y por si alguno de vosotros quiere hacer también una Carrera Loca cualquier día de invierno, voy a contaros cómo la organizó el Dodo.)
Primero trazó una pista para la Carrera, más o menos en círculo («la forma exacta no tiene importancia», dijo) y después todo el grupo se fue colocando aquí y allá a lo largo de la pista. No hubo el «A la una, a las dos, a las tres, ya», sino que todos empezaron a correr cuando quisieron, y cada uno paró cuando quiso, de modo que no era fácil saber cuándo terminaba la carrera. Sin embargo, cuando llevaban corriendo más o menos media hora, y volvían a estar ya secos, el Dodo gritó súbitamente:
--¡La carrera ha terminado!
Y todos se agruparon jadeantes a su alrededor, preguntando:
--¿Pero quién ha ganado?
El Dodo no podía contestar a esta pregunta sin entregarse antes a largas cavilaciones, y estuvo largo rato reflexionando con un dedo apoyado en la frente (la postura en que aparecen casi siempre retratados los pensadores), mientras los demás esperaban en silencio. Por fin el Dodo dijo:
--Todos hemos ganado, y todos tenemos que recibir un premio. “

Lewis Carroll



Atenea se arrastra, gatea,
corre, balbucea,
camina erguida,
Él no deja de marcar, un reloj viciado de pautas,
que confía y conoce… incierto en la ruta
el premio de hacerlo, volver a empezar.


Tuya